La curiosidad me llevó a las puertas del psicólogo. Recuerdo que estaba en quinto o sexto de bachillerato. Veía como mis compañeros tenían cita con la psicóloga del colegio. Todos salían felices de clase y al regreso, sus caras se veían tranquilas; buscaban a quienes habían tenido esa gran cita y hablaban entre sí, como si de algo secreto se tratase.
Eso me dejaba intrigada, inquieta y con deseo de experimentar lo mismo que ellos. Siempre estuve sentada en mi lugar esperando que la invitación llegara a mis manos, pero eso nunca pasó.
Así que en un recreo me decidí a buscarla, pues pensé: “si mis compañeros no dicen por qué llegan tan felices después de sus citas con la psicóloga, seguramente, ella sí que lo va a hacer”.
De camino hacia la oficina de la psicóloga no hice más que pensar en lo que le iba a decir. ¿Por qué debería ir al psicólogo? En mi cabeza estaba lo que los profesores decían: “busquen a la psicóloga cuando tengan un problema y quieran hablar”. Yo quería hablar con ella, pero no de un problema (según yo, todo estaba bien en mi vida), sólo quería saber cual era ese misterioso secreto que hacía que mis compañeros estuvieran felices y tranquilos luego de pasar tiempo con ella.
busquen a la psicóloga cuando tengan un problema y quieran hablar.
¿Qué hay detrás de la puerta?
Finalmente me decidí tocar a su puerta. Tan pronto como abrió, le dije que quería eso que ella le daba a mis compañeros porque no quería sentirme excluida. Ella tan sólo me miró, sonrió y me dejó pasar.
Al entrar a su oficina sentí mucha paz. Pájaros cantando armonizaban el ambiente y un sutil aroma a vainilla me hicieron sentir en el cielo; cielo del que pronto caí cuando me preguntó por mis padres.
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De inmediato rompí en llanto. Me quedé muda mientras en mi mente había un gran nudo con tantos pensamientos chocando entre sí, y ni hablar de mi corazón, lo sentía tan roto que superaba a los rompecabezas de 1000 piezas. Todavía recuerdo la ternura con la que la psicóloga me trató.
No me juzgó por llorar. Tampoco me asfixio para que le contara porque lo hacía y mucho menos me dijo que dejara de llorar.
Gracias a eso pude decir confiadamente que mis padres estaban separándose y que yo no sabía qué camino tomar porque sin que ellos dijeran algo sentía que me volvía enemiga de mi mamá al hablar con mi papá y viceversa.
A continuación me abrazó y me dio las gracias por hablar, pues me hizo entender que
cuando hablamos sanamos, porque ponemos en manifiesto lo que nuestra mente y corazón callan.
Con esa idea salí de su oficina y volví a clases con la sensación de querer volver porque quería sentir nuevamente esa paz, y seguir aclarando mis sentimientos y pensamientos.
Esto no se detuvo allí. Con el tiempo vi la necesidad de seguir hablando con un psicólogo. Entendí que no necesito tener un problema para acudir a alguien profesional en la materia.
Basta tan solo con querer hablar con alguien que entienda lo que estoy pasando y me brinde herramientas para seguir caminando.
Ir al psicólogo debe convertirse en un hábito en nuestra vida
Comprendí que así como nos preocupamos por cuidar nuestro cuerpo, lucir bien y tener buena salud física, también debemos tener en cuenta la importancia de cuidar nuestra salud mental, pues hacerlo es gozar de bienestar emocional, mental y social.
No siempre tenemos días buenos, también hay días grises que se repiten día tras día y creemos que con darle tiempo al tiempo, los días se pintarán solos en algún momento de la vida.
Asimismo, hemos dejado ciclos abiertos y situaciones del pasado sin resolver (rupturas, duelos, inseguridades, miedos, temas de autoestima, etc.) que se convierten en nuestro fantasma de dolor emocional.
¿Fantasmas del dolor emocional?
Puedes abordar estos fantasmas de dos maneras: uno hablando con alguien de confianza o dos, hablando con un profesional. Alguien que ha dedicado buena parte de su vida a estudiar el comportamiento, la mente y las emociones del ser humano. Seguro tendrá mejores herramientas que nosotros para poder hacerle frente eficaz y efectivamente a nuestras situaciones.
Yo siempre he optado por el segundo camino, por supuesto 🙂
Si quisieras hacerlo también pero aún no te sientes seguro o tienes algunas dudas, aquí te ayudo con algunos motivos por los cuales deberíamos consultar a un al psicólogo.
¿Por qué debería ir al psicólogo?
- Te va a ayudar a liberarte de las cargas.
- Te ayuda a encontrar el sentido y el valor que tiene tu vida.
- Resolverá contigo esos pensamientos tóxicos que tienes acerca de ti, de otros o de situaciones.
- Te dará pautas para mejorar tu sueño.
- Te guiará en el camino del autoconocimiento.
- Te enseñará a gestionar tus emociones, comportamientos y pensamientos.
- Te acompañará en la creación de hábitos saludables.
- Te ayudará a desarrollar tus habilidades blandas: resolución de conflictos, manejo de la ira, toma de decisiones, comunicación asertiva, etc.
Adicionalmente tienes la garantía de:
- Ser escuchado y no juzgado.
- Tener un espacio reservado para ti para ser guiado mediante herramientas prácticas adaptadas a tu realidad.
- Disfrutar de acompañamiento al enfrentar situaciones no deseadas.
¿Aún no te convences? Escríbeme para hacer todo lo posible para aclarar tus dudas 🙂
Me encanta ayudar a sanar, disfrutar un helado, sonreírle a la vida y enamorarme de Dios. Me gusta el morado y las películas románticas. Creo que somos más de lo que creemos que somos.