“No sé qué me está pasando, pero la verdad esto ya me tiene muy cansada. Me he quedado sola porque mi sensibilidad los hace sentir mal a todos. Mi mejor amiga dice que estoy loca porque mi estado de ánimo varía mucho. Mis padres se quejan de mi actitud; incluso han llegado a decir que debería buscar un cura porque en mi habitan dos personas diferentes, y para rematar, mi jefe me ha sugerido que salga a vacaciones porque me ve estresada y agotada. ¡Ah, y eso no es todo! mi novio me ha dicho que es mejor que tomemos distancia por un tiempo, pues siente que no soy la misma de antes. ¿Puede ser esto cierto? – Bueno, sí tiene algo de cierto, pues yo no soy una perita en dulce; tengo momentos de mucha euforia, otros de melancolía y otros de ira, mejor dicho, soy una montaña rusa emocional”
¿Te identificas con esto? pues esto es lo que llevó a Amanda a verme hace unos meses.
Me encanta la forma en que Amanda define sus emociones. Siento que también hemos utilizado la frase mis emociones son una montaña rusa para definir nuestros cambios emocionales; sentimos que somos seres raros, enfermos, locos, problemáticos y perdidos.
Poco a poco vemos como todos huyen de nosotros cuando somos tan cambiantes, como si los fuésemos a contagiar; nos apropiamos tanto del papel que realmente lo creemos y nos rotulamos como ___ pon tu nombre aquí ___ la montaña rusa emocional.
Nuestras emociones pueden variar a lo largo del día porque asignamos valores agradables o desagradables a cada situación que experimentamos. Esta valoración está determinada por nuestras creencias, la cultura, las suposiciones, el lenguaje y nuestros intereses, pero eso no nos convierte en una montaña rusa, simplemente no sabemos cómo gestionar nuestras emociones
Por todos lados vemos y escuchamos que debemos controlar nuestras emociones para ser exitosos y tener una óptima salud mental. Esto se ha convertido en una tendencia. Nuestros amigos publican imágenes alusivas al control emocional, pero hasta el momento ¿esto realmente nos ha servido para algo?
Seguramente solo para abrir nuestros ojos y darnos cuenta que debemos tomar cartas en el asunto y cuidar nuestra salud mental. Sin embargo, al siguiente día la imagen desaparece y nos olvidamos por completo de lo que debíamos hacer.
Pero entonces ¿cómo controlar las emociones?
Hoy quiero revelarte un secreto que me ha funcionado en consulta. No es una pócima mágica o un chasquido de dedos; es un proceso que requiere compromiso, esfuerzo y motivación.
Para ello empezaremos dejando a un lado la pregunta ¿cómo controlar las emociones? para sustituirla por ¿cómo aprender a gestionar mis emociones?. Esto se trata de aprender.
Todo cambio implica la adquisición de un nuevo conocimiento, estrategia o habilidad, y esto al final se traduce en desaprender antiguos paradigmas para incorporar a nuestro sistema de creencias un nuevo modelo aprendizaje.
En este caso, aprenderemos a gestionar nuestras emociones en lugar de controlarlas. Con gestionar me refiero a regular con eficiencia nuestros recursos. Al pretender controlar, lo que al final estamos procurando es enviar señales antinaturales al diseño original de las emociones que son indispensables para gestionar diferentes procesos.
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Las emociones están diseñadas para responder de determinada manera a eventos que ocurren en nuestro interior y exterior, conforme a la valoración que le hemos asignado a cada uno de ellos. Las emociones tienen su razón de existir y son importantes para que podamos manifestar adecuadamente nuestra ira, miedo, tristeza, etc.
Posiblemente en el colegio y en casa no nos enseñaron nada sobre como gestionar las emociones. Todo se quedó en valores, hábitos saludables, historia, química, ciencia, matemática… Al final, la gestión emocional es la base de todo y también se relaciona con todo.
Las emociones son impactadas por nuestra historia, nuestros valores, nuestros hábitos, nuestra química. Podríamos traducirla en una fórmula matemática:
Mis experiencias + mi crianza + mis hábitos + química cerebral = Emociones
En consulta me gusta ir a la raíz y abarcarlo todo porque considero que somos seres integrales. Me gusta ser práctica, ver cambios y no dejar que la gente desperdicie su dinero y su tiempo con miles de consultas. A continuación te dejo algunos tips que trabajamos en sesiones para que aprendas a gestionar las emociones 🙂
5 tips para aprender a gestionar las emociones
1.Renuncia a la idea de dejarte llevar por el corazón. Déjate guiar por lo que tu corazón te diga. Este concepto de Hollywood ha hecho bastante daño a nuestro sistema de creencias ya que nos induce a actuar conforme a lo que sentimos. Un corazón lastimado, confundido, abrumado y orgulloso, no nos hace tomar buenas decisiones.
2. Aprende a pensar. Si educo mis pensamientos puedo gestionar mis emociones. Esto es lo contrario a lo que nos enseñó el cine y las novelas del punto anterior.
Debemos entender que lo que pensamos es la plataforma sobre la cual las emociones van a actuar. Cuando mi sistema de creencias o lo que creo con respecto a la vida está educado para tener pensamientos correctos, mis emociones actuarán en consecuencia.
3. Procura pensar lo bueno hoy, mañana puede ser demasiado tarde. Pensar lo bueno es una decisión. En medio del caos y de las situaciones amargas, decide pensar lo bueno, esto te ayudará a ser más optimista, incrementará tu dopamina y serotonina (influyen positivamente en nuestro bienestar) y reducirá los niveles de cortisol (hace que los niveles de estrés y ansiedad incrementen). Conoce también más acerca de la ansiedad al futuro.
4. Gestiona el pasado. Para ello piensa en las personas que te lastimaron y no has podido perdonar. Recuerda que el perdón es una llave hacia tu propia libertad, no para absolver al culpable. Mira que cosas de ti te hacen sentir culpable o condenado. Es tiempo de hacer las paces contigo y, en lo posible, con los demás. ¿Soy el resultado presente del dolor de mi pasado?
5. Entender que las emociones están diseñadas para nuestro beneficio. Lo que suele ocurrir es que en la mayoría de los casos le hemos asignado una valoración negativa a ellas solo porque no las hemos aprendido a gestionar correctamente. El clásico ejemplo: no podemos juzgar que un cuchillo sea siempre malo solo porque el asesino lo usó para matar.
Sólo veremos resultados si somos constantes y disciplinados en poner en práctica lo que aprendemos, ¿te atreves a hacerlo? Esto lo han aprendido mis pacientes y ahora gozan de mayor bienestar 🙂

Me encanta ayudar a sanar, disfrutar un helado, sonreírle a la vida y enamorarme de Dios. Me gusta el morado y las películas románticas. Creo que somos más de lo que creemos que somos.